PREGUNTA
Estimado señor Calle, mi nombre es Lucas y soy una persona de cincuenta años, con un trabajo creativo y que desarrollo con agrado. Soy muy nervioso y por eso, creo, padezco del estómago y hago pésimas digestiones. Pero el problema por el que he decidido escribirle es el siguiente: nunca puedo dejar de preocuparme por el futuro y mi mente siempre está corriendo hacia delante y no logra centrarse casi nunca en el presente. Lo que me preocupa es que esto va a más y la mente es un verdadero torbellino que me cuesta mucho controlar. Eso hace que me haya vuelto más distraído y desmemoriado. Como usted es un especialista en los secretos de la mente, quiero que me oriente al respecto y sobre todo que me facilite alguna práctica para ayudarme a entrenarla un poco, porque noto, además, que es como si estuviera volviéndose perezosa. Por lo demás, soy una persona que goza de bastante buena salud y que llevo una vida muy saludable, pues me gusta mucho salir a pasear por el campo. Muchas gracias por su atención.
RESPUESTA
Estimado Lucas, la mente es como un músculo: se puede entrenar, reeducar y desarrollar…, pero hay que ponerse a ello y no dejar que nos gane la pereza y la mecanicidad. No es fácil centrar la mente en el presente o realidad inmediata y por eso siempre se ha dicho que la mente es como un mono loco saltando de una a otra rama. Es como si a la mente no le gustase conectar con el momento presente y así se estuviera perdiendo en toda suerte de memorias, expectativas y elucubraciones, perdiéndose lo que denominan los sabios orientales el “esto-aquí-ahora”. Yo te aconsejaría que hicieras dos cosas: una, algún ejercicio para empezar a centrar la mente en el aquí y ahora, y otra que, siempre que lo recuerdes y te sea posible, trates de estar más atento y seguir lo que dicen los maestros zen: “Cuando como, como; cuando paseo, paseo”. Es decir, que trates de refrenar el automatismo mental poniendo tu voluntad para conseguir que cada momento tenga su peso específico, que cada instante pueda ser vivido con mayor conciencia. No es fácil, pero poco a poco se va acoplando la mente al momento presente y vamos logrando frenarla en sus vagabundeos. En cuanto a ejercicios para evitar la dispersión, te recomendaría que comenzases por dos muy simples, pero extraordinarios y muy antiguos. Uno de ellos consiste en que, una vez sentado en una postura estable, te inmovilices y relajes y trates de sentir tu cuerpo. El cuerpo se convierte en objeto de atención y la mente debe instalarse en el mismo. No se trata de pensar, en absoluto, sino de sentir. Siente cómo el cuerpo está situado, la deglución de la saliva, la temperatura y todas las sensaciones que vayan surgiendo, sin analizarlas. Cada vez que la mente escape, tómala y llévala al cuerpo. Procede así unos minutos. La otra propuesta se sirve de la respiración, pero no es un ejercicio respiratorio. Simplemente retira la mente de todo y concéntrala en el curso de la respiración, para tratar de sentirla cada momento. Cada vez que la mente se distraiga, corrige. Así debes practicar durante quince minutos. Atento pero sosegado. Acostúmbrate a tener la mente en cada actividad que lleves a cabo. La misma mente que nos gobierna, podemos llegar a gobernarla, y era Buda quien declaraba: “No conozco nada tan provechoso como una mente bien gobernada”. ¡Ánimo, pues, y a intentarlo!
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